
Hay hombres cuyas vidas son tan breves, intensas y radiantes que parecen pertenecer más a la leyenda que a la historia. Giovanni Pico della Mirandola fue uno de ellos.
Filósofo italiano, murió a los treinta y un años, y sin embargo, en ese breve lapso encendió una llama que aún arde en las ideas que seguimos debatiendo hoy: la libertad de pensamiento, la búsqueda de la verdad entre culturas, la dignidad del alma humana.
Vivió en el apogeo del Renacimiento, cuando las viejas certezas del mundo medieval eran sacudidas por redescubrimientos clásicos y nuevos horizontes de ciencia, misticismo y razón. Pero, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, Pico no se conformó con explorar una sola tradición. Las quería todas.
Filosofía griega, teología cristiana, cábala judía, pensamiento islámico, astrología, magia, lenguas, lógica: las estudió con un hambre insaciable. Creía que la verdad no era una bóveda cerrada, sino un tapiz de voces. Soñaba con unir Oriente y Occidente, lo pagano y lo sagrado, a Platón y Moisés, Aristóteles y Jesús. Ese sueño, tan ambicioso que rozaba la herejía, casi le cuesta la vida.
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