Obra grandiosa (ocho toneladas de bronce, más de seis metros de altura, doscientas veintisiete figuras), La Puerta del Infierno acompañó a Rodin durante la mayor parte de su existencia. Le fue encargada en 1880 ; en ella trabajó con entusiasmo durante los siguientes años y, hacia 1890, consiguió la versión considerada como definitiva : dominada por Las Sombras, cuyas manos cortadas simbolizan la desesperación que aflige a los condenados, representa al Infierno tal como Dante lo describiera en el siglo XIV. El propio Dante o, más bien, El Pensador, contempla aquel universo abocado a la desgracia en el que sólo son identificables, en medio de una muchedumbre de sombras anónimas, Paolo y Francesca y Ugolino. Bien hubieran sido o no integradas, a fin de cuentas, los centenares de figuras modeladas para la Puerta conocieron posteriormente una existencia independiente y sirvieron como punto de partida a toda la obra de Rodin.

En vida del artista, La Puerta del Infierno sólo fue mostrada una vez, en 1900, en escayola. De forma totalmente inexplicable, tomó entonces la decisión de no volver a poner en su sitio las partes sobresalientes : por tanto, faltaban casi todas las figuras, lo que hace de ella una obra simbolista por excelencia y palpitante bajo la acción de la luz. En aquel estado es como él la prefería, y así fue como permaneció hasta el final de su vida, en Meudon, a donde la hizo llevar y en donde sigue presentándose dicha escayola.

Los bronces se realizaron a partir de la versión completa : en número de siete en la actualidad, irradian el genio de Rodin por Europa, por supuesto (París y Zurich), así como por América (Filadelfia y Stanford en California) y por Extremo Oriente (Tokio y Shizuoka en Japón, y Seúl en Corea).

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