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Manuel Vicent vuelve a emplear con destreza la sátira como arma literaria para abordar la Transición, un periodo cercano y aún polémico. Érase una vez un príncipe que partía ladrillos con la mano, un simpático político de billar y una mujer rubia malherida. Con ellos la historia formó un triángulo, dentro del cual echó los dados el azar, principio y final de este relato. Década de los sesenta, vientos de cambio en España. Poco después de que don Juan de Borbón viese entre raciones de calamares cómo su hijo juraba los Principios del Movimiento, el cadáver del Caudillo entró bajo palio y por su propio pie hasta la tumba. Rajoy y Zapatero aún eran estudiantes. Aznar jugaba a falangista. Tierno Galván, Felipe González y Carrillo pugnaban por salir de la clandestinidad mientras el triángulo se iba perfilando para encumbrar al héroe de esta gesta. Y fue así como en el mes de julio de 1976 el rey nombró presidente del Gobierno a Adolfo Suárez, gracias a aquella chica rubia de la que todo el mundo estaba enamorado. Solo que el héroe ya no puede recordarlo. Manuel Vicent nos conduce de su mano a acompañar a Suárez a través del bosque lácteo de su memoria, donde los personajes, reales o imaginados, deambulan como espectros. En el camino nos habla de sueños, traiciones e intrigas; de bodas fastuosas en el Valle de los Caídos y de fusilamientos inesperados; de amores prohibidos e hijos ilegítimos. De nobleza y de azar. El azar que puso a una mujer rubia de ojos rasgados en el camino del héroe antes de que los dos se perdieran en las nieblas del olvido. Entre la ficción y la historia, entre los nombres de ayer y los de ahora, este juego literario creado a partir de la confusión de la memoria perdida de Suárez es un retablo de niebla, un juego político movido por el azar. Desde la posguerra hasta hoy. La crítica ha dicho:«Nadie, salvo Manuel Vicent, podría haber escrito con tanta propiedad y desparpajo, con tanta ironía y tristeza, esta novela fingida, disfrazada de retablo descoyuntado y tremendo del franquismo medio y tardío.»Manuel Rodríguez Rivero, Babelia «La mezcla de realidad y ficción en esta crónica fabulada de la Transición produce un peculiar episodio nacional sumamente divertido».Santos Sanz Villanueva, El Cultural «El azar de la mujer rubia tiene un empuje melancólico y vagamente onírico que transporta a un tiempo de bronca, la primera transición sobre todo, y lo hace con armas indirectas, metafóricas».Jordi Gracia, Babelia «Manuel Vicent ha escrito su mejor libro en años».J.M. Pozuelo Yvancos, El Cultural