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µngel Basanta, El Cultural:Alfons Cervera (Gestalgar, Valencia, 1947) es autor de una docena de novelas y varios libros de poesía. En sus narraciones ha creado un territorio literario que se dibuja solidario entre espacios urbanos de marginación y miseria en contraste con otros ambientes más acomodados.Más que la narración de los hechos y que la descripción del miedo le interesa la percepción subjetiva de impresiones y sensaciones por unos personajes cuya caracterización se configura en sus mundos interiores. Por ello sus últimas novelas se construyen mediante la combinación mestiza de dos modelos integrados con singular armonía. Son la novela negra, de asunto criminal y ambiente urbanos de abandono, y la novela lírica, con la recreación subjetiva de lo que pasa por la mente de los personajes implicados en un texto adelgazado en su sintaxis muy sencilla pero con una elaboración estilística cargada de aliento poético. Así se manifiesta de nuevo en El hombre muerto, ganadora del premio Ciudad de Elche 2001 y traducida por su autor al castellano.El comienzo descarnado descubre la extraña aparición de un hombre muerto -y con los testículos cortados- entre la hierba de un descampado, cerca de una gasolinera, en los alrededores del polígono industrial de una ciudad. A partir de este arranque brutal de novela negra la narración se fragmenta en los destellos de una historia que se va completando con las impresiones, conjeturas y pensamientos de unos pocos personajes implicados en el esclarecimiento de lo ocurrido e inmersos, por separado, en la memoria de su vida pasada. Estos personajes se agrupan en sus relaciones de pareja y, con una intriga bien dosificada, van descubriendo inesperados encuentros y experiencias compartidas en la vida de algunos. De todos ellos los más relevantes son un empleado de la gasolinera, un periodista que trabaja en un reportaje sobre los campos de concentración, el policía que investiga lo sucedido y el triángulo formado por el hombre muerto, la mujer que descubrió el cadáver y un antiguo nazi que disimula su identidad en el empresario ejemplar que vive en una silla de ruedas. El narrador omnisciente va recreando sus vidas, cediendo la visión y aun la voz a los personajes principales. El texto se desliza hacia la narración subjetiva de la novela lírica. Lo de menos es quién fue el asesino. Sólo un perro que anda por allí lo sabe. él es quien se lo descubre al lector. Son estas páginas contadas desde la perspectiva del perro la invención más audaz de la novela, que, aunque a veces intente ampararse en un enfoque lúdico y humorístico, no justifica la verosimilitud de lo contado por el perro, depositario de la última verdad frente a las investigaciones del policía y del periodista.Pero el interés no está en encontrar al criminal, sino en la memoria conjunta de soledades y naufragios de unas criaturas desamparadas a merced del tiempo y de las simulaciones e imposturas de la historia. Por eso estos personajes no tienen nombres propios y sus vidas anónimas superan su insignificancia descubriendo la relación entre la mentira presente y el horror del pasado.