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Escribir sobre el exilio sin ser un exilado es, cuando menos, trivial. Todos los almerienses que hemos sido sorprendidos por mayo al norte del paralelo 38 hemos sentido el hondo mordisco de la nostalgia ante el recuerdo de la tibieza y la claridad que quedaban tan lejos. Por eso, comparado con la tragedia del que cruzó el Atlántico en barco o los Pirineos a pie, con la incertidumbre del destino cargada a sus espaldas, hablar sobre el exilio sin ser un exilado puede parecer hasta inmoral. Por eso Sol Poniente no habla del exilio. sus personajes tienen otros problemas: Estela, casada con un francés, está totalmente integrada en la vida de su nuevo país. Elías parece sentirse como pez en el agua en la media docena de países donde ha vivido. Alexis es tan buen americano como el que más, y seguramente habría votado a Reagan por segunda vez, si lamuerte no lo hubiera sorprendido antes. Hasta Peter McLaren, el joven escocés que llegó a Almería a los doce años huyendo de la gran guerra, se quedó por alguna razón, y le dolían como suyos los defectos de la tierra. no, Sol Poniente habla de otras cosas. Habla de la memoria. Porque el pasado es lo que tenemos para afrontar el futuro, y la vida apenas si nos deja darnos cuenta de que los recuerdos se nos van escapando de las manos, dejándonos como pálidos espectros sin más apoyo que el de cuatro clichés mal hilvanados que seguramente nos están viciando la imagen de lo que éramos y, por tanto, de por qué hemos llegado a ser lo que somos. Pero hay más: memoria no sólo como una actividad autogratificante, sino como una buena inversión para el presente. El hecho de compartir recuerdos une aún más a Elías y Estela, crea un fuerte vínculo afectivo entre ésta y Georges, y le da a Elías la satisfactoria sensación de no estar sólo en aquella (esta vez, real y definitiva) última tarde en París. El único personaje que no sale beneficiado de este intercambio es Alexis, que parece no vivir más que en y para el presente. Pero, sobre todo,Sol Poniente habla del amor. Amor entendido en casi todas sus acepciones, desde la tortuosa pasión de Fernando, todo deseo, posesión y celos, hasta esa experiencia dulce y llena de ternura que supuso para Elías quizá el recuerdo más precioso (en cualquier sentido) de su vida. Y pasando por el cariño materno-filial que une a Estela con Georges, por la camaradería juvenil de Petery Penélope,por la fuerte unión infantil de los niños, por la reposada y madura relación del matrimonio Jouvert, por el cariñoso respetoque Georges siente por Elías. Todo eso es lo que nos muestran los personajes de Sol Poniente, en su humilde intento por llegar a hacerse entrañables y formar parte de la galería mítica de cada uno. Y algo más: que amor y memoria, mano a mano, tal vez eviten que nos convirtamos en exiliados de nosotros mismos.