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Hoy en día es común escuchar como diagnóstico que ?la pérdida de valores? es el principal problema de un Occidente decadente que no se reconoce a sí mismo. Sin embargo, y siendo esto cierto, existe un problema mucho más profundo que tiene que ver con nuestra forma de relacionarnos con el mundo.A lo largo de la historia, el hombre se ha relacionado con su entorno y lo ha expresado de una manera lógica. Esto es, utilizando un lenguaje apropiado para aquello de lo que estaba tratando. Incluso las formas aparentemente más irracionales como los mitos, las leyendas, la poesía o el arte, son formas de expresión que, independientemente de la verdad que pueda haber en ellas, guardan una estructura lógica que tiene que ver con acercarse a lo inefable sin decirlo.Sin embargo, eso ha cambiado hoy en lo que llamamos Mundo Occidental. En esta parte del orbe, la ciencia puede decirlo todo y lo que no, es solo una cuestión de progreso. Esto es, la ciencia ha dejado de ser un lenguaje para ser un verdadero acto de creación. El hombre occidental vive en buena parte dentro de su propia creación y hablando el lenguaje propio de ella como si fuera el propio del Universo.En un mundo donde la Inteligencia Artificial juega un papel cada vez más relevante, resulta de una importancia determinante salir de esta caverna de Platón en la que el hombre occidental se ha encadenado. Una caverna creada por él mismo, además. Si no lo hiciera, ¿qué diferencia habría entre una inteligencia creada que habla un lenguaje creado y una inteligencia que se encierra en una creación para hablar el lenguaje de dentro de la creación? Éste hombre, es fácilmente sustituible.En palabras de Wittgenstein, la lógica del mundo es anterior a toda verdad y la falsedad. Es urgente que rompamos estas cadenas y volvamos a intentar ver el mundo tal y como es más allá de nuestra propia construcción. Aunque no podamos y tengamos que aceptar lo inefable. Quizá en ese silencio, en lo no computable, radique lo que nos hace verdaderamente humanos.