La joya arquitectónica que representa el Castillo de los Duques de Bretaña cuenta con más de ochocientos años de antigüedad. Símbolo del esplendor de los últimos Montfort, Francisco II y Ana de Bretaña, a lo largo del tiempo y de las vicisitudes históricas ha conocido fortunas diversas y sucesivas transformaciones, albergando a los más variados huéspedes y dando lugar a usos impensados. Fue residencia de reyes, sobrevivió a revoluciones, sufrió la ocupación enemiga y estuvo a punto de desaparecer, antes de renacer con renovado lustre para convertirse en testigo privilegiado de ocho siglos de historia.