La revolución no es un hecho casual, ni se puede impedir su surgimiento, pues es el resultado de los acontecimientos de la propia historia de cada Nación.
Los opresores siempre pueden matar, asesinar, encarcelar, fusilar, mentir y engañar, manipular y destruir, comprar y sobornar, pues ese ha sido su papel a lo largo de la historia, ... su arquetipo, mejor dicho; pero nunca pueden prevenir ni impedir la revolución.
Como mucho, la pueden retrasar, nada más.
Los más malévolamente inteligentes, como los romanos ya en el segundo milenio, adoptaron la revolución de los insurgentes judíos y se adueñaron de ella y sobre ella construyeron la supervivencia y extensión de su imperio, convirtiéndolo en el Sacro Imperio Romano como se denominaron.
Pero cuando todas las partes no se unen al Pueblo y a su revolución, entonces fácilmente acaban en el sillón de los acusados y juzgados por sus pueblos y la historia.