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Una obra de teatro representa siempre un doble desafío: enfrentarnos a su estructura como obra literaria y adaptarla para su realización escénica. En este caso, Medea o el herido corazón de la granada consigue superar el desafío a la vez que nos incita a la curiosidad. Medea es una figura muy tipificada y arraigada en nuestra cultura, que ha soportado muy bien los envites del tiempo y ha sido versionada sobre todo en los siglos XX y XXI. Con un interesantísimo ritmo ascendente, la autora ha asumido el riesgo de mostrarla en la local realidad del mundo del flamenco, acaso para dar esa transversalidad de cómo un tema clásico puede llevarnos a una reflexión en un tema coetáneo, como el que engloba lo que ha significado la mujer, su mundo social y psicológico que ha facilitado o impedido los diferentes caminos por los que ha transitado. Esta Medea es un personaje catalizador de inquietudes, con un enfoque de vigente actualidad. Medea es el eje de su propia historia, un personaje cuya alma ha sido reflejada en el teatro clásico, al que ha transcendido, hasta llegar al siglo xxi. La grandeza del personaje admite diversas formas de tratamiento, sin perder nunca el asombro del primer descubrimiento. Todo ello, unido a la a la música y el baile como medio de expresión, logra adentrar la obra en la cultura andaluza y crea un mundo propio donde el uso del flamenco aporta cercanía, intensidad emocional y poderío que no deja de ser reflejo del alma de la propia Medea. La fuerza con la que se evidencia un mito clásico como es Medea, con diferentes interpretaciones y abriendo caminos a otras líneas de expresión, llega renovado a través de Elisa Constanza, que nos presenta a una mujer injustamente temida y calumniada, que a pesar de que se sabe sola, intentará reconstruirse interiormente para enfrentar el duelo por sus hijos; una mujer que todavía cree en la razón y el diálogo, y que, fiel a sí misma y con valentía, se enfrenta a la turba inflamada que la espera. Medea o el herido corazón de la granada es una muestra de cómo es posible unir pasado y presente, lo individual y lo colectivo, la ética y la belleza.