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Conviene irse acostumbrando a partir de este libro al nombre de Liria Evangelista. La hasta hoy narradora y crítica literaria tiene un debut fenomenal en la poesía con un libro de esos que aparecen muy de vez en cuando y por eso, aunque no solo por eso, el lector exigente de poesía desearía leer más seguido. El lenguaje sale al paso de las repeticiones legadas por toda escritura anterior para establecer una lírica desfachatada que exhibe el acrisolamiento de tradiciones y formas hasta ahora no consideradas a la hora de experimentar con los materiales disponibles para el poema.Eduardo EspinaLa trama se hilvana, fundamenta su urdimbre en la idea de la seducción. A un nivel primero, la seducción tiene carácter sexual; más allá, y en verticalidad continua, página a página, esta obra hace de la seducción madeja de lenguaje. Hablo de la seducción por la letra ("letra apretujada")esa letra sin la cual no hay ni malla ni historias: es sostén de lo probable y lo improbable de toda invención, de todo proceso de recuperación de realidad personal, familiar, mas realidad que por la vía de la invención, y el recurso de la letra, atañe a todos, es universal. Toda tela por su revés es trama, la parte basta y fea de la tela, su escondido: en el telar donde obra Liria Evangelista, no se sale a la luz, no se reconoce la verdad del envés de la tela, sin hurgar en el lenguaje, un lenguaje que va del revés al envés y viceversa (es un continuo) y del rictus a la risa y a la sonrisa. Así, prima el lenguaje, y no la melancolía. Sólo así se alcanza "eso que yo quiero" y que es, sépase, "objeto de mil formas." Mil formas que son mil historias, recuentos por palabras, "campo de escritura." Mil formas que en su referencialidad, y muy sutilmente, con suavidad, aluden a presencias amadas de la escritura: Baudelaire, Jorge Manrique, Darío, Proust, San Juan. Así, lo oscuro se aclara y lo aclarado vuelve a su nicho de oscuridad para reiniciar un proceso poético que no cae en el trillado feminismo ad hoc, en la sexualidad gratuita, sino que por el contrario, hace de la creación poética confrontación: ora filosofía que no es de boudoir sino que dice de la muerte como lugar ("el deseo de la muerte es un lugar") o dice, desde un atrevimiento del lenguaje casi irreal, en verdad surreal, que hay "hipocampos de inodoro" (aquí estalla la risa, se abre el Universo) y, por encima de todo, letra, lenguaje folla, lenguaje Falopio, la "verga prometida a cambio de la letra."José KozerYa Liria Evangelista había explorado el mundo de lo familiar en su novela La buena educación. Allí se exploraba la frontera entre el mundo interior de la familia y su separación más violenta a través de la institución educativa, en la que se expulsan y se reencuentran los fantasmas de una institución en la otra. La buena educación es el camino de casa a la escuela y de la escuela a casa donde sexo, literatura y mundo se vuelven espacios incompatibles y al mismo tiempo yuxtapuestos (...)Escena de círculo y de vuelta final. Para acercarse al cuerpo de la madre, la perra se convierte en una nada. Una voz que se busca en el silencio que hace la madre. Para ver el secreto de la madre, se hace feto, se vuelve nada, se convierte en un fantasma. Vuelta completa, entonces, de dama a señorita, de señora a yegua, de vieja a feto y de humana a animal. Como si todo el poema fuera la búsqueda y encuentro de una voz que está hundida en el grito, en el ladrido más primario, dice que vuelve para decir el tiempo. El de la lengua natal, ese que le dijeron cuando le explicaron su lugar en la cadena de las jerarquías, que es en Una perra una cadena de involución. Decir un poema para ser eso, un bicho sumergido en su propia sangre, una voz muy básica, comprensible e indescifrable al mismo tiempo, como la de un animal. Ariel Schettini